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La pianista María Parra pone en pie al público de Valdemorillo en un concierto realmente único

Deleitando al patio de butacas por la técnica y expresividad con la que la que domina las teclas, respondió a la contundente y prolongada ovación brindando sendos bises con sello, además, de composición propia, emocionando a todos con su interpretación de Il pleut sur París y Mirando al Sur


Elegancia y belleza. Estas fueron las notas claves de un concierto capaz de levantar a un patio de butacas que demostró así el grado de emoción que puede llegar a despertar el escuchar las notas de Debussy, Granados y Falla escapado del piano de María Parra. Porque rotulada como el segundo de sus logros discográficos, su actuación fue eso, puro Mouvement, la posibilidad del elevar el eco del movimiento vital llenando el Auditorio de la Giralt Laporta con el sonido tan sabia y expresivamente interpretado por esta artista, de técnica poderosa y, además, comprometida en su intento de hacer aún más cercano el sentimiento con el que alumbra su vocación en su encuentro con el espectador.


Y es que, partitura a partitura, Parra fue desgranando el sentido de las piezas elegidas para el programa que la presentó ante Valdemorillo. Y lo hizo hilvanando los sucesivos acordes con sus comentarios personales sobre estas obras, dotando así de mucho mayor sentido a un concierto en el que, de principio a fin, encandiló, convirtiéndose esta del 6 de abril en una velada única, a recordar, hasta el punto que fueron dos los bises arrancados por la fuerte ovación que firme su paso por este escenario. Dos brillantes ‘pinceladas’ más, trazadas con sendas composiciones propios, Il Pleut sur Paris y Mirando al Sur, que llenan la sonora ‘paleta’ de la que emerge, inconfundible, la vida en forma de música que regala María con su soberbio dominio al teclado. No en vano, la también compositora pregona nombre tildado de prestigio como fruto de su destacada trayectoria, en la que incluye facetas tan especiales como la de crear y dirigir el Bouquet Festival de Tarragona, un curioso binomio que se paladea, maridando sentidos, como el del oído que sigue el argumento musical y el gusto que hace del vermut puro momento para el entretenimiento, el descanso, la ilusión, todo un paréntesis que aleja rutinas para dejarse llevar por el sentido de este lenguaje en movimiento, un piano que embarga el ánimo despertando sensaciones. Todo sorbo a sorbo, en suma, de una velada en la que no faltó, como broche, el obsequio precisamente de un vermut Miró que recibieron los asistentes, haciendo patente así el apoyo que la artista recibe de la tradicional marca.



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